Describir la situación que padecen las mujeres en la India parece que se ha convertido en la obsesión de Deepa Mehta desde que comenzó la trilogía que inició con “Fuego” y finaliza ahora con “Agua”. Cine que comparte raíces y terrenos cuando los cineastas iraníes aciertan con propuestas como “Baran”, “El círculo” o “Kandahar”. A algunos les puede sorprender su nominación a los Oscars de este año pero en el fondo este cine es el que conmueve a los académicos: un panfleto con historia tópica y previsible que combina casi a la perfección unas estupendas y bellas imágenes que contrastan con la dureza de un relato muy melodramático y necesario. Deepa Mehta elige bien el momento para retratar su historia con ese trasfondo sobre la figura de Gahndi y una inminente independencia del país en la que parecía que iban a cambiar muchas ancestrales y dañinas tradiciones. Como la historia de Chuyia que tristemente no forma parte de la ciencia ficción. Pero lo más deplorable es que el rodaje fue boicoteado por fundamentalistas que acusaron a la directora de atentar contra la religión hindú. Al parecer los tiempos no cambian para algunos.
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